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La verdadera belleza de una mujer



Hoy en día una de las mayores presiones a cualquier edad es ser bellos, esto dicen abre cualquier puerta, lamentablemente se ha distorsionado el verdadero significado de la belleza, llevando a cambiar el aspecto físico de manera radical, dedicándose solo a lo externo y dejando vacío lo interno. Sabías que la belleza real proviene del corazón, no es algo que vistes, es lo que eres, por ellos la Palabra de Dios hace tanto énfasis el cuidar el corazón, la belleza que él se desarrolla no se deteriora, sino permanece.


“Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios”. 1 Pedro 3:3-4

Este pasaje habla del cuidado la vestimenta, debía ser con moderación, y su énfasis es en vestimenta interno, esto es lo que distingue a una mujer bella la cual es una mujer piadosa.


La vanidad lleva de manera egoísta a centrarse en uno mismo, aun distorsiona la manera en que nos vemos a nosotras misma, ignorando lo que tenemos alrededor, haciéndonos obsesivas y muchas veces destruyendo para lograr captar la atención de otros hacia sí mismas.


Las mujeres piadosas se caracterizan porque aman a Dios, al prójimo, sirven en amor y gozo, son testimonio a otras mujeres de la obra de Dios en sus vidas. Son mujeres que se han cuidado de tal manera que manifiestan su belleza interna en la forma en que viven y se relacionan con otros. Debemos tener cuidado de confundir la belleza con vanidad. Con un espíritu afable y apacible (es gentil y amable) y su belleza interior es incorruptible (no lleva la imagen de la corriente de este mundo). Es decir que no decae, ni se desvanece con la edad, sino que va aumentando.



Proverbios 27:19 “Así como las caras se reflejan en el agua, así también los hombres se reflejan en su mente”

Ver nuestro rostro y lo que expresa, nos hace darnos cuenta del tiempo que hemos invertido tanto en lo interno como en lo externo, no podemos detener el tiempo en nuestra vida, pero si podemos detener aquellas cosas que se albergan en nuestro corazón y puede llegar a hacernos desagradable, con una fea actitud hacia la vida y las personas. Los sentimientos y pensamientos que provienen de nuestro corazón nos revelan quienes somos eventualmente con nuestras palabras y acciones.



“No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra”. Salmo 139:15

Este versículo es impactante el Señor fue quien diseño cada parte de nuestro ser, el mismo lo entretejió y además nos hace parte de su reino, ¿Cómo podemos entonces definir nuestro cuerpo como feo o bonito? No podemos pretender evaluar la maravillosa obra que el Señor ha hecho con nosotros, somos únicas, fuimos formadas por un Dios que pensó en nosotros para hacernos sus hijas y ser coherederas juntamente con Cristo.


Un corazón que lleva la misma imagen del terrenal, vera el pasar del tiempo en su vida y se lamentará de ello, no podrá disfrutar de cada día, y tampoco podrá encontrar su propósito en Dios. Un corazón que lleva la imagen del celestial será agradecido con el Señor por cada momento en su vida, vera su vejez como una bendición, pues ha tenido la oportunidad de crecer en el Señor y disfrutar de su presencia dejando una huella profunda en este mundo. Vigilemos cuidadosamente nuestros corazones comparándolos con la palabra de Dios. La belleza se expresa junto con la bondad y no permanece centrada en sí misma, sino que se deja contemplar, aunque es interna se refleja externamente. Valoremos quienes somos, amemos lo que el Señor ha formado en nuestras vidas, y demos gracias a Dios por el pasar del tiempo para poder decir: he madurado en Cristo, he aprendido a caminar sabiamente, soy útil a mis hermanos en Cristo, soy testimonio a los más jóvenes, y tengo una descendencia justa.




Por Sandri de García

Mujeres Llenas de Gracia ICJ










Sandra Lizeth Recinos Perera de García, 22 años de casada, madre de 2 hijos. 35 años cristiana, Graduada de Instituto Bíblico Jesucristo en BACCALAUREATUS EN TEOLOGÍA.


Ha trabajado con diferentes grupos a nivel ministerial desde 1996, ministrando, enseñando y aconsejando, estuvo de misionera durante once años en Colombia, actualmente es parte de Iglesia Cristiana Jesucristo, donde tiene el privilegio de apoyar en ministerio de damas y niños

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