Vida Diaria.
Derribando la altivez
Una de las grandes batallas en nuestras vidas se libra en la mente, sin darnos cuenta hemos levantado grandes fortalezas de altivez y soberbia, que van destruyendo nuestro camino, intentando justificar una vana manera de vivir por medio de argumentos que alimentan malos pensamientos que solo fortalecen la soberbia y la altivez, los cuales contradicen la verdad de Dios para nosotras.
2a. Corintios 10:5 “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,”
Una actitud necia es fruto de pensamientos obstinados que se arraiga en el corazón y la mente, haciendo de nuestras acciones, sean altivos, llenos de orgullo y soberbia, engañándonos a nosotras mismas al pretender que somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos y que no necesitamos de nadie. Se sienten superiores a las demás, tratándolos con cierto desprecio y superioridad, tomando la relación con el Señor a la ligera, aun pretendiendo que sus principios se adecuen a actitudes de altivez, para así justificarlos.
Cuan dura es esta actitud, y aun difícil de creer que existan personas así, pero es algo real, tristemente aun entre personas creyentes. Por ello es necesario vigilar donde ponemos la confianza, cuando basamos nuestra vida en argumentos y altivez, puede llevar a fortalezas espirituales que afectaran nuestra vida física, emocional y espiritual, haciéndola una tortura para seguir adelante.
Salmo 8:3-4 “Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?”
Estos hermosos versículos denotan cuan pequeños somos ante la majestad y poderío de Dios, pero en su gran misericordia nos ha tomado por medio de Cristo, es necesario aprender humildad para un buen entendimiento de quién es Dios y quiénes somos en El, reconociendo su obra en nuestras vidas y el propósito para nosotras. La humildad nos impulsa a vivir en obediencia y a someternos a la voluntad de Dios. Esto lleva a sujetar los pensamientos y las intenciones del corazón a una voluntad perfecta, con un propósito especifico en Cristo Jesús, además los logros obtenidos serán eternos porque lo trabajamos en el poder de Dios, en la dirección de su Espíritu, por gracia en Cristo, lo cual glorifica a Dios, destronando la altivez y el orgullo.
Proverbios 11:2 “Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría.”
La altivez y el orgullo siembran vergüenza y desgracia para sí mismos, y es porque dependen de sí mismos, además Dios resiste a los soberbios. Pero los humildes siembran sabiduría porque reconoce la verdad de Dios para nuestra vida, llevándonos a una carácter amoroso y tierno en la relación con los demás. Una persona humilde procura caminar en justicia, no se justifica a si misma, sino que cuida sus acciones y pensamientos pues considera los caminos de quienes la rodean. Es ayuda, consuelo y apoyo a otros, el soberbio y altivo siempre será de tropiezo a la vida de quienes lo rodean, buscando satisfacer sus propios deseos y menospreciando la vida de otros, es por ello que el Señor resiste al altivo.
Cristo, siendo el Hijo del Dios altísimo, se hizo siervo por nosotras, se humillo hasta la muerte de cruz, su sacrificio nos ha hecho hijas del Dios altísimo, nos dio un lugar en el reino celestial, ¿Cómo entonces podemos sentirnos orgullosas de un poco de dinero, posición social, trabajo, etc? Todo pertenece al Señor, nosotras solo lo administramos, él nos hizo, nos ha dado un lugar para habitar en este mundo. Seamos agradecidas con el Señor porque ha puesto sus ojos en nosotras, ha dado a su único hijo para ser parte de su familia, cuida de nosotras, busquemos ser humildes, esto trae sabiduría y buen entendimiento de Dios en nuestras vidas. Dios desea de nosotras un corazón humilde, obediente, que le ame, que sirva a quien lo necesite, y sea agradecido por ser parte del reino de Dios.
Por Sandri de García
Sandra Lizeth Recinos Perera de García, 22 años de casada, madre de 2 hijos. 35 años cristiana, Graduada de Instituto Bíblico Jesucristo en BACCALAUREATUS EN TEOLOGÍA.
Ha trabajado con diferentes grupos a nivel ministerial desde 1996, ministrando, enseñando y aconsejando, estuvo de misionera durante once años en Colombia, actualmente es parte de Iglesia Cristiana Jesucristo, donde tiene el privilegio de apoyar en ministerio de damas y niños
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