
Eclesiastés 5:2 nos dice: “No te precipites con tu boca, ni tu corazón se apresure a pronunciar palabra alguna delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú en la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.”
En este pasaje, el rey Salomón nos recuerda la importancia de tener un corazón humilde y un oído atento cuando nos acercamos a Dios. Como mujeres, a menudo somos impulsivas en nuestras palabras, ya sea por la emoción, la necesidad de expresarnos o el deseo de ser escuchadas. Sin embargo, este versículo nos invita a reflexionar sobre la actitud con la que nos dirigimos a Él. Dios no solo está presente, sino que está por encima de todo, y nuestras palabras, aunque sinceras, deben ser respetuosas y sabias.
La sabiduría de este versículo nos anima a no ser rápidas para hablar en la oración o en momentos de aflicción, sino a tomarnos el tiempo necesario para escuchar y reflexionar antes de comunicarnos con Dios. El silencio también tiene su lugar en la relación con Él, pues es en ese espacio donde podemos oír Su voz más claramente.
Hoy, te invito a hacer una pausa y reflexionar sobre tus palabras y pensamientos. ¿Cuántas veces has hablado sin pensar, buscando respuestas rápidas de Dios? Esta semana, trata de ser más consciente de la importancia de escuchar primero y hablar después. Al acercarte a Dios, deja que Él te hable en silencio. Si tienes peticiones o necesidades, recuerda que, aunque es importante hablar con Él, también es esencial tomar tiempo para escuchar y confiar en Su voluntad perfecta.
Oración:
Señor, gracias por Tu presencia constante en mi vida. Perdona mis palabras apresuradas y mi tendencia a querer controlar las situaciones con mis propios deseos. Ayúdame a ser más paciente, a escuchar Tu voz y a hablar solo lo que Tú deseas escuchar. Dame sabiduría para saber cuándo callar y cuándo hablar, y que mis palabras siempre reflejen un corazón humilde que confía en Tu dirección. Te entrego mis pensamientos y peticiones, confiando en que Tú estás en control. En el nombre de Jesús, amén.
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