
Cuando Jesús nos dice que "el que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí", nos está invitando a ir más allá de una fe superficial. La cruz representa sacrificio, renuncia y un compromiso radical con el Señor. En tiempos de Jesús, la cruz era un símbolo de sufrimiento, y al pedirnos tomarla, Él no está hablando de un sufrimiento cualquiera, sino de un sufrimiento por amor, por fidelidad a Su palabra y por vivir según los principios del Reino de Dios.
Tomar la cruz significa estar dispuestas a cargar con las dificultades que la vida nos presenta, pero siempre con la esperanza de que esas cargas nos acercan más a Cristo. A veces, esto implica tomar decisiones que no son fáciles, como perdonar cuando hemos sido heridas, renunciar a deseos personales por el bien de los demás, o incluso enfrentar el rechazo por nuestra fe.
Pero al mismo tiempo, seguir en pos de Él es un acto de confianza y obediencia. No es un camino fácil, pero es el camino de vida eterna. Como mujeres cristianas, nos enfrentamos a diversas responsabilidades y desafíos, pero al seguir a Cristo, Él nos da la fuerza para llevar nuestra cruz con gozo, sabiendo que no estamos solas. Dios está con nosotras en cada paso.
Ser dignas de Él no se trata de nuestra perfección, sino de nuestra disposición a caminar en obediencia, a buscar Su voluntad por encima de todo y a vivir de acuerdo con el llamado que nos ha hecho. Es un proceso continuo de transformación y dependencia de Su gracia.
Hoy, les animo a tomar su cruz con valentía, a seguir a Cristo con amor y a recordar que Él nunca nos abandona. En cada sacrificio, Él nos fortalece y nos guía. Y en cada paso de fe, estamos más cerca de Su corazón.
Que cada una de nosotras, al cargar nuestra cruz, lo hagamos con la certeza de que somos dignas de Él, no por nuestras fuerzas, sino por el amor que Él nos tiene y la obra que Él realiza en nosotras.
Amén.
Comentarios