
1 Juan 4:2 "En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios."
Este versículo nos recuerda una verdad central de nuestra fe: Jesucristo vino al mundo en carne, viviendo entre nosotros como el Hijo de Dios. Su vida, muerte y resurrección no solo son la base de nuestra salvación, sino también la prueba de Su amor infinito y su identificación con nuestras luchas humanas.
Cuando confesamos a Cristo, reconocemos que Él entiende nuestras debilidades, nuestras alegrías y nuestras batallas. No es un Dios lejano; es un Dios que caminó entre nosotros, que sabe lo que significa experimentar dolor, tentación y gozo. Esto nos da confianza de que podemos acudir a Él con todo lo que somos, sabiendo que nos comprende plenamente.
En nuestra vida diaria, esta verdad nos desafía a vivir con la misma autenticidad que Cristo. Si Él vino en carne para mostrarnos amor, compasión y verdad, nosotros también estamos llamadas a reflejar Su carácter en nuestras relaciones y en nuestro entorno.
Confía plenamente en Jesús: Si estás enfrentando momentos difíciles, recuerda que Él entiende tus luchas porque también enfrentó desafíos en la tierra. Lleva tus cargas a Él en oración.
Refleja a Cristo en tu vida diaria: Sé intencional en mostrar el amor y la verdad de Jesús en tus palabras y acciones.
Vive con gratitud: Reconoce el gran amor de Dios al enviar a Su Hijo en carne. Agradece cada día Su presencia y Su sacrificio por ti.
Discierne los espíritus: Este versículo también nos llama a estar alertas, discerniendo qué mensajes y enseñanzas realmente provienen de Dios, siempre a la luz de la Palabra y del Espíritu Santo.
Oración
Amado Padre,Gracias por enviar a tu Hijo Jesucristo a vivir entre nosotros, mostrándonos tu amor y tu verdad. Te alabo porque no eres un Dios lejano, sino un Dios cercano que comprende mis luchas y mis alegrías.
Ayúdame a vivir cada día confesando a Cristo con mis palabras y acciones. Enséñame a discernir lo que viene de Ti y a reflejar Tu amor en mis relaciones. Que mi vida sea un testimonio de tu verdad y de tu gracia.
Te entrego mis cargas, mis temores y mis sueños, sabiendo que Tú me entiendes y que siempre estás conmigo. Gracias por tu fidelidad y por el privilegio de conocerte.
En el nombre de Jesús, amén.
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